Los mejores arquitectos, escultores y diseñadores del siglo XX -y parte del nuestro- reunidos en un mismo post por un poderoso motivo: todos y cada uno de ellos han sabido darle a la luz el protagonismo que merece, diseñando fascinantes luminarias capaces de recrear las obras que les han convertido en leyenda. Porque una casa y una lámpara pueden compartir fuente de inspiración, así como una escultura puede derivar en una lámpara de última generación. El arte se retroalimenta… y Oliva Iluminación te lo cuenta.
Frank Lloyd Wright (1867, 1959)
“Ninguna casa debería ser construida sobre una colina. Debería pertenecer a la colina. Casa y colina deben vivir en paz y armonía”.
La obra cumbre de Frank Lloyd Wright no necesita introducción. La Casa de la Cascada (Pensilvania) es uno de los símbolos de la arquitectura americana y la carta de presentación del fundador de la arquitectura orgánica. En la misma línea que inspiró el proyecto de la residencia Kaufmann, Wright diseña en 1911 una luminaria para su casa de Wisconsin: una lámpara-escultura en madera de cerezo que emula, como hizo Waterfall (posterior), el devenir de una cascada. No con agua. Con luz, en esta ocasión.
En 2015, Yamagiwa lanza al público internacional una versión de mesa y dos de suelo –en distintos tamaños- de Taliesin, una sucesión de cajas abiertas arriba y abajo que albergan fuentes de luz proyectadas a través de paneles estratégicos. Recreando su obra más insigne, la luz baja a modo de catarata con paradas escalonadas a lo largo de su base vertical, conectada a las cajas a través de cuadrados rojos (el color favorito de Lloyd).
Le Corbusier (1887, 1965)
“Nuestros ojos están hechos para ver gracias a la luz. Luces y sombras son responsables de desvelar las formas más primarias, distintivas, bellas y tangibles sin ninguna ambigüedad”.
Diseñada por él mismo para su residencia en París, Escargot (caracol) parece el complemento lumínico perfecto para la iglesia modernista que el genial Le Corbusier convirtió en icono de la arquitectura universal. En efecto, la estética de Notre Dame du Haut (Romchamp) guarda muchas similitudes con su lámpara-escultura de 1954, ahora disponible en Edición Limitada. Una luminaria de suelo o mesa, regulable e incandescente, con cuerpo de latón fundido envejecido y reflector interno en aluminio: su curvatura es decisiva para una reflexión indirecta de la luz interna.
La obsesión del artista por arquear materiales rígidos, desafiando las leyes de la física, también está presente en esta obra maestra de la arquitectura, donde el ancho de la pared sur se expande más de tres metros desde su inicio a medida que se acentúa también su curvatura.
Frank Gehry (1929)
“Trabajo de dentro afuera. La forma de un pez es, sencillamente, perfecta”.
En 2013 sale a la luz una reedición de Fish Lamps, colección de lámparas que Gehry diseñó entre 1984 y 1986. Esta espectacular familia de peces luminosos es célebre por el empleo de láminas de plástico a modo de escamas. Tras la rotura accidental de una pieza de ColorCore, Gehry decide encolar los fragmentos restantes en un armazón de cable para crear un efecto membrana. En la versión más reciente, el canadiense apuesta por luminarias de mayores dimensiones, así como fragmentos de ColorCore más grandes e irregulares. Algunas de las lámparas pueden fijarse verticalmente a la pared, mientras que otras están diseñadas para superficies planas. De luz cálida e incandescente, esta colección es la simbiosis perfecta entre materiales, funcionalidad y diseño.
Desde la creación de su primera lámpara en 1984, el pez ha sido un tema recurrente en su obra. Su dinámico diseño, su vinculación con la naturaleza, sus atributos iconográficos, su esencia metálica y sus ondulantes líneas hacen que, con motivo de las Olimpiadas de Barcelona, Gehry apueste por esta figura orgánica para adornar la fachada marítima. Peix parece flotar, desde entonces, sobre el Mediterráneo: el reflejo del sol sobre sus escamas doradas es un recurso tan genial como natural y, a todas luces, espectacular. Uno de los símbolos de la Barcelona Postolímpica plagado de movimiento, de fantasía y de vida.
Jacques Herzog (1950)
“… queríamos hacer este proyecto porque sabíamos que había cosas que no se habían hecho aún, como un buen empleo del color y de la luz…”.
La extensión del emblemático Tate Modern de Londres se llama Tate Modern Switch House. Considerado como modelo de los museos del s.XXI, es el edificio cultural más importante de Gran Bretaña. El prestigioso dúo de arquitectos suizos, reconocido por la sabia combinación de artesanía y tecnología, así como por su obsesivo aprovechamiento de la luz, diseña para Artemide esta lámpara de suspensión en latón concebida, precisamente, para instalaciones en museos. ¿Su nombre? Unterlinden.
Las correspondencias entre la ampliación de la Tate Modern y Unterlinden no sólo responden a forma y color… También el revestimiento del edificio –gracias a una celosía perforada de 336.000 ladrillos- se asemeja al cuerpo exterior de la luminaria. El cuerpo interior, con doble función (disipar el calor y direccionar el flujo luminoso hacia abajo) es el resultado de la fusión entre aluminio y bronce. Unterlinden conjuga tecnología luminotécnica punta (el flujo de luz está controlado para concentrar el haz luminoso) con estética retro: el matrimonio perfecto.
Zaha Hadid (1950-2016)
“Si quieres que tu vida sea fácil, no seas arquitecto”.
La recientemente desaparecida Primera Dama de la arquitectura mundial deja como legado, entre otras obras ilustres, el complejo Galaxy Soho (Beijing). Pulcritud de líneas en este laberinto urbano destinado a oficinas, retail y entretenimiento: cinco volúmenes conectados a través de pasarelas plagadas de dinamismo.
Confeccionada en poliuretano lacado expandido y de acabado brillante, Genesy recrea el crecimiento de un árbol. La lámpara que Hadig diseñó con Patrik Schumacher para Artemide utiliza, como en el caso de Galaxy Soho, complejas geometrías para dotarla de fluidez y coherencia. Iluminación directa e indirecta. Sensores de tecnología a través de panel táctil en el interior de la lámpara para iluminar cualquier ambiente.
Ron Arad (1951)
“El aburrimiento es la madre de la creatividad”.
Sólo Ingo Maurer habría sido capaz de transformar la personalísima escultura londinense de su amigo Ron Arad en una lámpara funcional y convertirla en una Edición Limitada de 50 piezas. La escultura en acero inoxidable de 16 metros de altura, situada en la Royal Academy of Arts, es única gracias a un mecanismo interno capaz de mover cada uno de sus segmentos a distintas velocidades.
Activa y versátil, Spire es una lámpara de escritorio que incorpora los mismos elementos quinéticos que su fuente de inspiración: cinco segmentos que pueden ser rotados y ajustados –gracias a conexiones magnéticas-, para una iluminación más o menos directa desde distintos ángulos. Todo un desafío a nivel técnico solventado gracias a la estrecha colaboración entre el diseñador alemán y el artista de Tel Aviv.
Naoto Fukasawa (1965)
“Trabajamos para estimular el alma y la mente humanas”.
Concienciada por nuestra necesidad de escapar temporalmente de las grandes ciudades durante el fin de semana, la marca japonesa Muji pidió a tres reconocidos diseñadores que personalizaran un refugio como alternativa al caos de las grandes urbes. La propuesta de Naoto Fukasawa es esta cabaña de madera negra, techo inclinado y paneles de cristal deslizantes.
Athena Pie, lámpara de pie diseñada por Fukasawa para Artemide, es el complemento lumínico ideal dadas las reducidas dimensiones del espacio. Confeccionada en aluminio, su color negro y su diseño minimalista encajan a la perfección en un ambiente sobrio y funcional como el que propone el diseñador nipón.